El desencanto con la vida ordeñada cada día por obligaciones laborales aparece cada cierto tiempo y me hace adolescer cómo adolecí tantas veces la rutina.
Ya hablé de los carteles que dicen aquí o allí y del seguirlos o no, y acá estamos hoy siguiendo uno de esos.
Leer sobre lugares que añoro tanto no me hace sentir mejor o con mas fuerza, más bien siento una amargura incesante que va cicatrizando y tapando esos deseos poniendolos inalcanzables por lo arduo de llegar o también por lo inexplicable del sentir que necesito tanto como me dicen.
Me pienso y no me acuerdo cual fue el momento exacto en el que me programe a mí mismo para ser un exquisito y perfecto sirviente a deseos que nunca fueron propios. Me pienso y no encuentro en qué momento me empecé a mentir con que este camino que sabía no me gustaba me podía llevar a lo poco que quería
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